"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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19-10-2018 |
Las culebras en su canastita
Jorge Zabalza
‘Olvidemos y perdonemos' fue, de hecho y desde 1990, el mensaje implícito en la actitud política de los caudillos progresistas. Al ‘Nunca más dictadura', grito de batalla contra el terrorismo de Estado, lo hicieron derivar en un apagado ‘nunca más verdad y justicia', vergonzosa mano en alto de la mayoría de los delegados en un congreso del Frente Amplio. Aceptaron el peor de los dobleces con tal de ganar las elecciones.
La política ambivalente de derechos humanos fue la piedra angular del retroceso. Las bases fueron inducidas a tolerar la hipocresía: mientras en la intimidad de los comités adhería a la Verdad y Justicia, se toleraba que no se ensobraran papeletas rosadas en el 2009 y que se designara un presidente comprometido con el perdón a los ‘viejitos cariñosos'. Esa actitud hipócrita en la cuestión de principios más trascendental acostumbró al doble discurso. Insensiblemente se fue degradando la sustancia ética y moral que había distinguido a los grandes dirigentes de 1971: Michelini, Erro, Crottogini, Alba Roballo, Benedetti, Zufriategui, Helios Sarthou y un largo etcétera. Ninguno de ellos habría caído en ambigüedades en materia de derechos humanos o de corrupción.
La ambivalencia y la insolidaridad se extiende a todos los campos. Se aplaude al ‘héroe de la medicina', pero se calla la boca cuando el Ministro de Salud Pública, argumentando carencias presupuestales, niega un medicamento a una enferma terminal de cáncer. Se condena a muerte un ser humano para ahorrar 10.000 dólares al Estado, mientras se regalan 2.000 millones de dólares a UPM. Se festeja el antitabaquismo del Doctor, pero se guarda violín en bolsa cuando el mismo Vázquez consiente que se riegue con glisfosato a la gente del campo, los ríos y las abejas.
En ese camino empedrado de ‘renuncies', el voto se fue despolitizando y terminó por ser un vulgar ejercicio de codo, un automatismo más, que se resuelve con la columna vertebral, como quien ataja un penal. No necesita de la corteza cerebral, pues hoy día, para votar, no es necesario pensar. Se vota por Carlos Menem, sabiéndolo corrupto, por Macri el oligarca insoportable o por Bolsonaro y todo lo que es … y en el 2019, también habrá miles que votarán a ¡Raúl Fernando Sendic Rodríguez!
Se lo votará, sobre todo, porque lo apadrina el ‘poeta' de la política mundial, el arrepentido transformado en maestro de la demagogia. La corrupción habría que cortarla de raíz antes que eche ramas, repudiarla radicalmente por más chiquita que sea. En cambio, el ‘padrino' es especialista en sembrar confusión con sus actitudes poco claras, en apoyar y no apoyar a su protegido. Los feligreses creen que está bien no definirse para no deprimir u ofender al ‘compañero' y, de esa manera, están cultivando más y mayores actos de corrupción.
El consentimiento con la corrupción ‘de izquierda' es el camino del Partido dos Trabalhadores, el de los más de 60 millones de brasileros que votarán a Bolsonaro. Lo importante no es que lo voten -que ya es grave- sino la confusión que les transmitió Lula desde que les escribió aquella ‘Carta', la obra maestra de la vaguedad progresista. Es también el camino que están recorriendo los argentinos, en especial ese 40% de bonaerenses que apoyan a Macri pese a sus políticas antipopulares y a su sumisión al FMI. El ‘padrino' parece decidido a seguir empujando la carreta rumbo al despeñadero… ya habrá tiempo para autocríticas en el 2024, cuando la gente vote a Manini Ríos.
Si se educa para el ‘vale todo', si mantener en sus cargos a la ‘nomenklatura' importa más que los desaparecidos o el combate frontal a la corrupción, ¿cómo quieren que se sepa diferenciar la extrema derecha de la izquierda de la derecha o de la derecha de la izquierda? El problema no es simplemente atacar el síntoma -Raúl Fernando- sino la enfermedad moral y ética que aqueja al partido de gobierno. De modo que parece intrascendente -al cuete, como suele decirse- juzgar a Raúl Fernando calculado los votos que se pierden: lo que está perdido es el proyecto de cambios revolucionarios en la sociedad, el que engendró al Frente Amplio en 1971 y la permitió resurgir en 1985. Ojalá los feligreses despierten del ensueño -en realidad, no lo creo posible, es apenas un deseo- e intenten erradicar la duplicidad y el doble discurso… y que lo logren antes que se reproduzcan y multipliquen los Raulitos.
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